Texto elaborado con extractos del libro “La Academia Nacional de Medicina de México y la certificación de los especialistas por los Consejos de Especialidades Médicas”, escrito por el Dr. Víctor Manuel Espinoza de los Reyes Sánchez, coordinador del Comité de Certificación de la Academia de 1990 a 1994 y del Comité Normativo Nacional de Consejos de Especialidades Médicas (CONACEM) de 1995 a 2000.
Por: Mtro Jorge Marín Zurita

¿Cómo fueron los inicios de la certificación en México?
En 1963 se fundó el primer Consejo de Especialidad en México. A partir de entonces, la Academia Nacional de Medicina (ANM) no ha sido ajena al deseo de los médicos de formar organismos de cada rama médica para certificar la preparación de los especialistas, de acuerdo con el modelo de otros países. Fue hasta 1969 cuando su intervención empezó a ser trascendente gracias a la iniciativa de algunos miembros de la corporación cuya visión, talento y firmeza sentaron las bases del programa. Desde un principio fueron establecidos los fines y objetivos de los Consejos:
- Certificar y recertificar la preparación de quien proporciona atención especializada
- Estudiar la reglamentación de las especialidades
- Promover la fundación de Consejos
Ya que en México no existía un organismo que certificara los conocimientos y destrezas de los médicos para ejercer determinada especialidad y vigilara su desarrollo profesional.
¿En qué momento se percata de la necesidad de reglamentar la práctica médica especializada?
Desde tiempos remotos, a lo largo de la historia de México, tanto gobierno como sociedad se han preocupado por reglamentar el ejercicio de la medicina. Estos esfuerzos se suman actualmente a la promoción de la certificación con el propósito fundamental de alcanzar un control de calidad del servicio otorgado por los médicos especialistas, proporcionar los medios para elevar los conocimientos de quien ejerce y proteger a la sociedad de personas que se autonombran médicos o especialistas sin serlo realmente.
El doctor Ignacio Chávez, en una conferencia magistral dictada en 1967, decía que durante muchos años en México poco se pensó en obtener grados académicos o certificación de especialidades después de finalizar los estudios profesionales y quizá menos aún en una educación médica continua. Al respecto, afirmaba que: "Parecía una verdad probada que el hombre que había hecho con frutos sus estudios, cualquiera que fuera el tipo, había sido preparado y educado para toda la vida. Hubiera parecido extravío, salvo el caso de buscar una especialización o un grado académico superior, pensar en la necesidad de volver a las aulas, ni menos periódicamente, para refrescar o renovar los conocimientos".
Los conceptos del destacado humanista tienen el valor que condena directamente a quien se resigna con lo aprendido durante sus estudios profesionales y no promueve su actualización constante; sobre todo, en ciencias tan cambiantes como la medicina, cuya evolución desde la más remota antigüedad ha sido extraordinaria. Pero también hay que enaltecer a los verdaderos profesionistas que demuestran su calidad actualizando constantemente sus conocimientos para poder servir mejor a quien requiere sus servicios.
¿De qué manera podemos entender la necesaria especialización de la medicina?
La medicina, sin duda, es una disciplina intelectual; es una ciencia áspera, pero no exacta, cambiante y fascinante; motivo por el que, desde hace siglos, en diferentes civilizaciones, se encuentran numerosas muestras de la tendencia del médico por investigar y aprender para estar al día en la ciencia que cultiva, para proteger a los pacientes y, además, autorreglamentarse en beneficio de la sociedad.
En Grecia, en el siglo VI a.C., cerca de los templos de Asclepio, los ejercitantes de la medicina se reunían en instituciones destinadas a promover la enseñanza y la actualización de conocimientos. En los principios de la humanidad es posible que primero se iniciara la medicina y después apareciera la cirugía como tal; se cuenta que comenzó en Troya. Durante mucho tiempo no existió la separación entre la medicina y la cirugía como especialidades o profesiones médicas distintas, pues una misma persona solía ejercerlas; así, el Padre de la Medicina practicó tres: médico, cirujano y boticario. Después, en los tiempos de Erasístrato y de Herófilo y en la época de Celso, se estableció la división de las tres profesiones, a las que cada uno se dedicaba, según sus inclinaciones.
La división de la medicina y la cirugía, concretada durante la Edad Media, duró siglos. Fue tan importante que, por ejemplo, en el año de 1274 muchos cirujanos se independizaron de la Facultad de París y formaron un colegio autónomo, origen de los posteriores colegios de cirugía, como los establecidos en Cádiz y Barcelona en el siglo XVIII. En 1505 el Colegio Real de Cirujanos de Edimburgo recibió su cédula de autorización para el ejercicio.
Fue a finales del siglo XVIII cuando se presentaron reformas que suprimían la distinción entre médicos y cirujanos. En Francia, en 1787, se autorizaba que un mismo individuo ejerciera la medicina y la cirugía. Se decía entonces que los médicos respondían ante Dios y los cirujanos ante el Estado.
En el Nuevo Mundo también existió esta separación de especialistas; en la era precortesiana había médicos y cirujanos y, en toda la época de la Colonia, continuó la división, por supuesto ya con la influencia de la medicina occidental.
En el siglo XIX (1825) se emitió una ley que ordenaba que se diera a los cirujanos las mismas consideraciones que a los médicos y fue hasta los años treinta del siglo XIX cuando se fusionaron las separadas especialidades. La persistencia de la división, tanto en el Viejo como en el Nuevo mundo de la medicina y cirugía y de otras ramas que de ellas derivaron, bien se puede calificar como el inicio de las especialidades.
¿Y surge entonces la necesidad de reglamentar el ejercicio médico?
Probablemente, al aparecer la libre competencia y las asociaciones médicas, se desarrollaron mecanismos para una mayor supervisión y observación de la actividad médica por parte del gobierno y de la sociedad, transformándose la profesión en una manera honesta de vivir, respaldada frecuentemente por organismos gremiales. La medicina se ejercerá como profesión, encajando en el concepto de profesionalismo.
A propósito de lo expuesto, el doctor Roberto Esquerra dice: "Si la medicina llegara a desaparecer como profesión, habría muchos efectos negativos para la sociedad, para los pacientes y para los propios médicos. La sociedad perdería la garantía que debe proporcionar la profesión de que todo aquel que pertenezca a ella, es un individuo idóneo, bien entrenado, con conocimiento especializado y con unas reglas de conducta que garantizan la calidad de sus servicios".
En los siguientes números de Certeza, continuaremos compartiendo las enseñanzas del Dr. Víctor Manuel Espinoza de los Reyes, plasmadas en su libro “La Academia Nacional de Medicina de México y la certificación de los especialistas por los Consejos de Especialidades Médicas”.