Mtro. Jorge A. Marín Zurita
La medicina mexicana históricamente ha sido una disciplina en la que el aprendizaje se transmite de maestro a discípulo, en pasillos hospitalarios y quirófanos llenos de experiencia acumulada.
Hoy, esa tradición centenaria se encuentra frente a una revolución tecnológica: la integración de la simulación clínica con la inteligencia artificial (IA). Este binomio no solo busca perfeccionar habilidades, sino también acelerar la adquisición de competencias, personalizar el entrenamiento y, sobre todo, reforzar la seguridad del paciente.
La IA no es más un concepto futurista, en los centros de simulación, algoritmos y modelos conversacionales crean pacientes virtuales que responden en tiempo real, adaptan escenarios a las decisiones del estudiante y ofrecen evaluaciones objetivas de su desempeño. Pasamos del simulador estático a un algoritmo vivo, capaz de plantear retos clínicos ajustados al nivel de cada aprendiz.
Entrenar con máquinas no significa renunciar al juicio clínico, sino fortalecerlo. Las mentes digitales de las nuevas generaciones de médicas y médicos no solo manejan tecnología, también interpretan datos, evalúan riesgos, anticipan escenarios y deciden con rapidez; habilidades críticas en entornos complejos como urgencias o cirugía de especialidad.
Este enfoque fomenta un razonamiento crítico basado en evidencia, donde el médico combina la intuición construida en la práctica con el análisis que ofrecen las herramientas digitales. Es un entrenamiento que demanda lo mejor de dos mundos: la precisión fría de la máquina y la empatía y criterio humano que ninguna IA puede sustituir.
Simulación clínica en la medicina especializada
La simulación clínica es un método que recrea escenarios de atención —desde reanimación avanzada hasta angioplastia o laparoscopia— en un entorno controlado. Permite practicar habilidades técnicas (procedimientos) y no técnicas (comunicación, liderazgo, toma de decisiones) sin poner en riesgo a pacientes reales. La evidencia acumulada en la última década muestra que el entrenamiento basado en simulación mejora conocimientos y destrezas, fortalece la seguridad del paciente e incluso puede traducirse en mejores resultados clínicos frente a la enseñanza tradicional, especialmente cuando se estructura con objetivos, retroalimentación y evaluación formal.
El posgrado es una de las áreas donde la simulación ha aportado a las diversas dimensiones que requiere el médico en formación. Mediante la creación de ciertos escenarios clínicos donde los participantes asumen diferentes roles para aprender a manejar situaciones complejas, acciones de mejora o solucionar dilemas éticos, además adquieren ciertas actitudes y valores propios del ejercicio de la profesión médica. En anestesiología se ha demostrado una mejoría en el desarrollo de juicio crítico y reflexivo tanto de residentes como de especialistas.
La colaboración Cochrane, una red internacional reconocida por sus revisiones sistemáticas rigurosas, publicó un estudio en el que se evaluaron todos los ensayos clínicos controlados en los que se comparaba el entrenamiento con realidad virtual (RV) en cirugía versus otras técnicas, incluyendo la caja de entrenamiento (también llamado entrenamiento mediante video). Los autores concluyen que el entrenamiento con RV debe ser utilizado como herramienta en la enseñanza de la cirugía laparoscópica y que es tan efectivo como el entrenamiento mediante video para complementar el entrenamiento laparoscópico estándar. 1
En obstetricia han sido numerosos los aportes de la simulación en la realización de ciertos procedimientos como la amniocentesis bajo ultrasonografía, el uso de fórceps, el manejo de distocia de hombros y de emergencias obstétricas y trauma.
Características de la simulación
Desde el punto de vista social, la simulación es útil para ensayar estrategias de enfrentamiento con la realidad, aprender a tomar decisiones, a resolver problemas, planificar en contextos con cierto desorden o incertidumbre, y para realizar técnicas creativas que descubran alternativas a un problema dado, entre muchas más.
Uno de los puntos clave en la simulación es la sesión de realimentación o debriefing, que se realiza posterior al evento. En esta sección el maestro o facilitador de la experiencia, se explican conceptos, hechos y principios usados en la simulación; el instructor identifica los puntos de vista de cada participante sobre la experiencia vivida y se crea un entorno en el que el alumno pueda aprender y, una vez experimentado, lo incorpore a la vida diaria. Durante la realimentación se favorece la adquisición de conocimientos de forma estructurada para que el alumno realice el autoaprendizaje y la autoevaluación, además se promueve la comunicación y el análisis entre los miembros del equipo.
El panorama en México: públicos y privados que ya la usan
En el ámbito público, la UNAM opera la Unidad de Simulación de Posgrado (USIP) de la Facultad de Medicina. La USIP integra el Centro de Simulación Médica y el Centro de Simulación Quirúrgica, con plataformas que van desde laparoscopia con háptica hasta simulación endovascular (p. ej., Mentice, que recrea entornos clínicos realistas, incluyendo tanto modalidades de imagen avanzadas como fluoroscopia y ultrasonografía, como monitoreo hemodinámico, medicamentos y dispositivos) y módulos para habilidades técnicas. Ofrece cursos formativos de posgrado y educación continua para especialidades y subespecialidades.
El IMSS cuenta con los Centros de Simulación para la Excelencia Clínica y Quirúrgica en Ciudad de México, Mérida y Guadalajara. Su misión explícita es fortalecer la formación y la educación continua mediante simulación; han capacitado a decenas de miles de profesionales de la salud en rutas curriculares institucionales.
En el sector privado y académico, el Tec de Monterrey ha inaugurado e incrementado capacidades en centros de simulación clínica (CDMX y Monterrey), con espacios de realidad virtual y laboratorios de habilidades para pregrado y posgrado. Este ecosistema —UNAM, IMSS y TEC, entre otros— muestra que la simulación ya no es piloto ni accesorio, sino una infraestructura educativa estratégica para la medicina especializada en México.
Los centros combinan simuladores de paciente de alta fidelidad (maniquíes con respuesta fisiológica, monitorización y posibilidad de usar equipo real), simuladores de procedimiento (laparoscopia con retroalimentación háptica, endovascular, anestesia, vía aérea), modelos de mesa, realidad virtual/aumentada y salas de debriefing con audio/video para análisis del desempeño. Plataformas como SimMan permiten entrenamiento inmersivo con dispositivos clínicos reales y parámetros fisiológicos configurables; su foco no es imitar a un paciente perfecto, sino crear situaciones clínicas relevantes y medibles.
En términos de precisión, los estudios muestran que simulaciones tanto de alta como de baja fidelidad pueden ser efectivas si el diseño instruccional es sólido; la elección depende de los objetivos, no solo del realismo percibido.
La pregunta clave es si “se transfiere” a la cama del paciente. La literatura reporta mejoras en desempeño técnico y no técnico, reducción de errores en escenarios reales, y señales de beneficio en resultados clínicos (por ejemplo, menor tiempo operatorio o mejor puntuación global en habilidades quirúrgicas). En áreas críticas, los entrenamientos tipo Crisis Resource Management han mostrado transferencia a la práctica, e incluso, reducción de eventos adversos y mortalidad en algunos contextos. La OMS, además, reconoce la simulación como componente esencial en currículos de seguridad del paciente.
La docencia médica en México tiene raíces profundas
Desde los primeros hospitales-escuela hasta los grandes institutos nacionales de salud, generaciones de maestros han formado especialistas con un fuerte sentido de responsabilidad social. El modelo clásico —basado en aprendizaje en servicio— permitió que México formara médicos con habilidades sólidas y compromiso ético.
Sin embargo, ese modelo tenía límites: la exposición de los estudiantes a procedimientos dependía del azar clínico y, en ocasiones, de la disponibilidad de pacientes dispuestos a ser atendidos por aprendices. Con la simulación y la IA, esas limitaciones se reducen, el estudiante puede repetir un procedimiento hasta dominarlo, enfrentarse a complicaciones poco frecuentes y aprender a trabajar en equipo bajo presión, todo sin poner en riesgo una vida real.
Con el uso de simuladores, el impacto en la seguridad del paciente es directo: profesionales mejor entrenados cometen menos errores y aplican protocolos con mayor adherencia. Esto refuerza la confianza de la población en el sistema de salud y reduce la morbilidad asociada a fallas humanas prevenibles.
Referencias bibliográficas
- 1. Cook DA, Hatala R, Brydges R, Zendejas B, Szostek JH, et al. Technology-enhanced simulation for health professions education: a systematic review and meta-analysis. Cochrane Database of Systematic Reviews. 2013; (3): CD010096. https://doi.org/10.1002/14651858.CD010096